lunes, 23 de noviembre de 2009

Narración del color verde

Aires navideños


Se asoman los aires navideños. Las casas se visten de luces, hombres de nieve, renos y colachos. Es un paisaje alegre.

Frondosos y frescos árboles de ciprés adornan el jardín de los vecinos. Se acaba la monotonía del zacate y plantas aburridas en el vecindario. Con olor a navidad se recibe a los visitantes. Pero no sólo ellos son bien recibidos, también los tamales. Protagonistas importantes de esta esperada época.

Con ansiedad se espera el momento de tener esas hojas en las manos; pero más aún, el instante de abrirlas y encontrarse con algo inexplicablemente delicioso. Ver esas pequeñas pero exquisitas petit pois, acompañadas también con aceitunas. Estas, junto al arroz, la carne, la zanahoria y por supuesto la masa, base de cada tamal. Y todo, adornado con una alargada, pero, delgada y delicada ramita de culantro.

Es maravillo esperar esto cada Navidad. Pero fui de visita en esta época el año pasado a casa de mi novio. En la sala había un cuadro de un bosque muy hermoso. Mi suegra me dio un tamal, que tenía unos ingredientes muy particulares. Se veían hongos, una gran hoja de lechuga y tenía un sabor parecido a menta, con una consistencia gelatinosa, como la del aloe.

Me lo comí para no parecer mal educada. Sin embargo, sentía que cada bocado me acercaba a la muerte. No pude más y terminé vomitando en la camisa de mi novio. ¡Qué vergüenza!

Además mi suegro tenía pinta de viejo verde, aunque resultó ser muy buena persona. Y muy cariñoso con su esposa, le regaló aquella fecha tan especial un anillo muy hermoso que tenía una esmeralda muy llamativa.

Yo me disculpé por la situación del tamal y todos pasamos un rato agradable, porque era Navidad.

Y los aires decembrinos traen felicidad y esperanza.

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